miércoles, 18 de noviembre de 2009
La Politica como Vocación de Servicio
Los cristianos deben tomarse en serio la cuestión política, a la que está llamado a contribuir desde los principios y valores de la Doctrina Social de la Iglesia.
La política, forma exigente de caridad”
La política es una cuestión seria para un cristiano pues es un espacio esencial y un instrumento fundamental para construir una sociedad digna del hombre. Son dos las tentaciones que deben superarse: el mesianismo, por un lado, y el rechazo de la política como una realidad negativa, por otro. Frente a una posición, cada vez hoy más minoritaria de considerar la política como el 'todo', la tendencia hoy es algo de lo que mantenerse alejado como el ámbito donde florecen el cinismo, la corrupción, el poder demoníaco, posición esta última hoy más difundida, y a la que los cristianos deben responder.
Por otro lado, los cristianos están también llamados a rechazar toda forma de totalitarismo y de mesianismo político que asignan a la política la solución de todos los problemas humanos, es decir, que la política lo es todo. El cristiano está llamado a dar a la política un estatuto auténticamente humano, liberándola constantemente de ilusiones mesiánicas y recuperando su papel fundamental de las desilusiones que la circundan. Es necesario, por tanto, establecer una relación equilibrada con la política, purificándola y enriqueciendo la 'razón política'.
Verdad y Autoridad”
La política, y más a raíz de la globalización, tiene hoy que enfrentar dos cuestiones, por desgracia ignoradas desde hace mucho tiempo, con grave daño, y son la cuestión de la verdad y la cuestión de la autoridad. La reflexión política no suele considerar estas cuestiones, la primera por estar demasiado comprometida con una época de empeño metafísico, y la segunda, por ser poco adaptable a una sociedad caracterizada por las 'opciones' de vida. Sin embargo, hoy más que nunca es necesario volver a proponer ambos principios.
La cuestión de la verdad se convertirá en cada vez más relevante en el futuro próximo, por la demanda dramática de sentido que la técnica nos hace, especialmente en el ámbito político, donde existe el riesgo de la tecnocracia; en el ámbito de la manipulación de la vida, en la que se confía ciegamente en la biotecnología; y en el ámbito de la comunicación, remodelado y trastocado por la tecnología informática, capaz de producir mundos virtuales. Todo esto abre la puerta a formas inéditas de servidumbre del hombre al hombre.
Respecto a la cuestión de la autoridad, será también relevante en el futuro, debido a las exigencias cada vez más fuertes de gobierno y de guía que nacen de la fragmentación originada por el aumento de las libertades. Esta autoridad deberá ser pensada y articulada de un modo nuevo, más horizontal y flexible y con mayor coherencia con el principio de subsidiariedad.
Es necesario dar nuevo impulso y esperanza a la política. Es necesaria una política que ponga a la persona humana en el centro, respetando sus derechos fundamentales, especialmente el de la vida; una política que sirva al bien común, inspirada en un humanismo integral y solidario, que sea subsidiaria de los cuerpos sociales intermedios, especialmente de la familia. Es necesaria una política que se detenga cuando encuentra valores anteriores a ella, que sea trascendente y que esté enriquecida por los valores de la verdad, de la justicia, de la libertad y de la caridad, especialmente frente a los más pobres.
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